MÉXICO, D.F. (apro).- Cuarenta y tres butacas vacías y tres más con una veladora encima, enmarcaron la segunda marcha convocada por estudiantes normalistas, preparatorianos y universitarios para exigir la presentación con vida de los jóvenes de Ayotzinapa, Guerrero, desaparecidos por policías municipales y el crimen organizado el viernes 26 de septiembre.
Después de casi tres horas de marchar desde el Ángel de la Independencia hacia el Zócalo capitalino, los padres de familia contaron desde el templete las historias sobre los últimos momentos que vieron a sus hijos con vida. Al finalizar el mitin se pasó lista a los desaparecidos, mientras la explanada central del país, repleta de manifestantes, coreaba: “¡Presentación!”.
La demanda de la renuncia del gobernador de Guerrero, Angel Aguirre, e incluso del presidente Enrique Peña Nieto se hizo presente durante el recorrido.
Dos padres de familia lanzaron una advertencia: “Le doy dos días al gobierno o vamos a tomar otras medidas si no aparecen nuestros familiares”.
Ha pasado casi un mes desde la desaparición de los normalistas “y sigue dando coraje”, resaltó un estudiante desde el sonido que acompañó la marcha.
También destacó que a lo largo de la historia del normalismo rural se ha padecido la represión, no solamente de los campesinos, también de la clase obrera.
“Este problema ya no es estudiantil, sino de toda la sociedad. Este es el comienzo de un cambio social y estas muertes que nos han dado vida. Pido a la gente que se una a este movimiento estudiantil. Ya no sólo es para pedir la aparición de nuestros compañeros, sino para exigir la desaparición de este gobierno”, indicó un estudiante.
La marcha, que comenzó a las seis de la tarde, se dividió en varios contingentes. Primero los padres de familia, seguidos por los normalistas de Ayotzinapa, y después los integrantes del Frente de Normales de Guerrero y un bloque más de escuelas rurales del país.
Luego siguieron organizaciones sociales del Distrito Federal y del Estado de México para continuar con los contingentes de la UNAM, Politécnico, UAM y la Iberoamericana, entre otras.
Las autoridades estimaron en 25 mil personas los participantes en la movilización. Alrededor de las ocho de la noche, con un Zócalo repleto de gente, apenas estaba saliendo del Ángel de la Independencia la retaguardia.
En las aceras, cientos de personas salieron a manifestar su apoyo, aunque no marcharon. Cayendo la noche encendieron una veladora. El contingente de Atenco traía consigo machetes y unas improvisadas antorchas hechas con palos, latas y combustible.
Las cartulinas con la exigencia de renuncia de Peña Nieto abundaron. Mantas contra la impunidad resaltaban entre la gente.
A la altura de las oficinas centrales de la Procuraduría General de la República (PGR), sobre Reforma, los manifestantes exigieron a las autoridades que no simularan estar buscando a los normalistas.
“Invitamos a la sociedad en general a que esté protestando por el crimen de Estado en Guerrero. Cuando hablamos de Ayotzinapa, de Aguas Blancas y de El Charco, hablamos de un claro historial manchado de sangre de este gobierno”, destacó un estudiante durante la marcha, a la altura de Insurgentes y Reforma, donde los alcanzó el contingente de la FES Aragón.
Un joven con uniforme de la secundaria levantó una cartulina con el siguiente mensaje: “Si estudiar es un peligro, entonces ¿a qué me dedico?”. Otra mujer, a la altura del monumento a Cuauhtémoc, mostró un lapidario mensaje: “México: la apatía y el silencio es tu más honda fosa. La indignación no es suficiente”, mientras el contingente estudiantil exclamaba: “¿Qué queremos?” para enseguida responderse: “¡Justicia!”.
Los padres de familia agradecieron a la gente porque, afirmaron, “nos sentimos respaldados por el pueblo de México”. Las muchachas de la Normal agregaron: “¡A ver, a ver!, ¿quién tiene la batuta? ¡Los estudiantes o el gobierno que ejecuta!”
Mientras los padres subían al templete instalado frente a Palacio Nacional, otros manifestantes comenzaron a colocar las butacas de los normalistas desaparecidos que trajeron desde Ayotzinapa.
En el respaldo de cada asiento colocaron la foto con el nombre de cada muchacho desaparecido. Eran 43 que “nos hacen falta”, dijo un padre.
Al unísono, la consigna fue la misma: “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”.
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